En pleno siglo XXI, inmersos en la vorágine capitalista, trocar se sigue practicando. No hablamos de tribus ni de pueblos que han conservado este ejercicio mercantil, sino de ciudades como Nueva York o Berlín. Ahora Madrid también ofrece un espacio donde experimentar un consumo responsable. (Terra noticias)  
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 La red de trueque urbano se encuentra en el corazón de la capital española. A pocos metros de Sol, en el Palacio de Gaviria, 'Adelita' nos enseña a consumir de manera responsable.'Yo tengo un fajo de trigo y tú una cesta de tomates. Yo necesito tomates y tú trigo. Lo intercambiamos'. En los orígenes del comercio, hasta que apareció la moneda, se permutaban así las mercancías de igual valor.
Hoy conseguir un nuevo vestido y unos pendientes sin hablar de precio resulta complicado. Tenemos la opción de que nos lo preste o regale algún familiar o amigo, pero de otra manera tendremos que abrir la cartera y, como mínimo, acordar una cifra. Sin dinero en los bolsillos nos acercamos a las alternativas de consumo, como la que propone la Asociación Adelita en Madrid: el trueque."Adelita es un espacio de trueque, pero también es un proyecto más grande de educación al consumo", señala Laura Cañete, coordinadora del proyecto. Vivimos en una sociedad consumista y consumir forma parte de nuestra vida.


Durante los últimos 60 años se ha incrementado la producción y con ella las necesidades de los consumidores. "Acumulamos muchísimas cosas en casa. Libros que hemos leído, películas que hemos visto y ropa que no nos sirve o no nos gusta", dice Laura. La propuesta de 'Adelita' es que canjeemos los productos que no nos interesan en casa por otros que tienen en el espacio y a los que podemos dar uso. "Traes lo que no te sirve en una bolsa, lo valoramos en puntos y te damos una especie de créditos que puedes usar durante tres meses", señala la coordinadora del espacio. Rebuscar en las estanterías del local situado en el Palacio de Gaviria, en Madrid, es "como buscar un tesoro" reconoce una de las clientas.Los productos están en buen estado, hay de todas las tallas y para todos los gustos. Llevan poco más de un año y han crecido mucho. La crisis económica, la experiencia llamativa o la concienciación de consumidores han provocado una mudanza a un local más grande que se les ha vuelto a quedar pequeño. Laura Cañete reconoce orgullosa: "al principio no nos conocía nadie, pero los amigos y el boca a boca hicieron que empezase a llegar gente con grandes maletas. ¡Esto parecía la T4!". Ya son unos 1.500 socios y Laura está convencida de que quienes no han pasado aún es porque no saben que existen: "Todo lo que pueden hacer aquí es ganar. No es una tienda al uso. Ayudas al medio ambiente, ayudas a tu bolsillo y enseñas a tus niños que hay otras fórmulas posibles. Al final quienes se acercan se dan cuenta de que todos ganamos". Por ahora, y por motivos de espacio, no recogen muebles ni aparatos electrónicos. Ropa, libros o bisutería son las principales mercancías. La coordinadora señala que la clientela es variopinta: "Viene gente jubilada, adolescentes, Erasmus, mamis... ahora mismo viene todo tipo de gente y cada vez personas más distintas, lo que hace que puedas encontrar de todo"..

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